Pocos films habrán contado una historia tan hermosa como ésta, sobre la relación de un niño con su novedoso compañero. Pocos habrán logrado darle vida a algo tan aparentemente inexpresivo como ese objeto inflado, atado a un piolín. Pocos habrán descripto de un modo tan poético las ilusiones y la imaginación propias de la niñez.
Sin dudas, el globo rojo es el gran personaje de este largometraje.
Aquí no hubo efectos especiales, y ningún actor famoso prestó su voz. No: sólo se trató de la cámara y del globo.
El globo acompañando a su dueño y amigo Pascal, esperándolo en alguna esquina o detrás de una ventana, jugando a una especie de mancha. El globo escapando de una patota. El globo acorralado. El globo multiplicándose en más y más globos multicolores… Todas estas escenas son profundamente bellas y conmovedoras, y en todas ellas también aparece algo de un París lejano en el tiempo y en la distancia, con sus calles grises, sus panaderías de antaño, sus viejas escuelas municipales.
A casi 50 años de su filmación, El globo rojo sigue siendo una película magnífica.
A casi 50 años de su filmación, El globo rojo sigue siendo una película magnífica.
¡¡¡No dejen de verla!!!
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